top of page

Derecho al escepticismo



Desde tiempos muy antiguos se conoce que la tierra es curva y no plana. Tal como analiza National Geographic, la creencia de que la Cristiandad medieval mantuvo ideas tan anticientíficas como la de que la Tierra es plana surgió en el siglo XIX y no tiene base histórica (1).

Sirva este ejemplo, para demostrar a cabalidad la delgada línea divisoria entre la realidad y la fantasía, y por otra parte, la verdad oficialmente expuesta urbi et orbi y la degradación moral consistente en difundir falsedades extremas.

El escepticismo es un derecho que a todos nos concierne. En la política, en las bellas artes, pero también en la vida social, y por qué no en el así llamado científico, tenemos derecho tanto colectivo como individual de manifestar de un modo u otro la falta de confianza en los mass media, tan ligados como siempre a intereses de corte político, y cuándo no, económico.

El primer uso registrado de la expresión «teoría conspirativa» data de 1909. Originalmente, se trataba de un término neutral, pero durante los avatares políticos de la década de 1960, el término adquirió su actual sentido peyorativo. El término ingresó en un suplemento del Oxford English Dictionary, a principios de 1997.

En otras palabras, dicha neutralidad del término fue sustituída por razones sociales. Políticas para ser más concretos.

¿Por qué hago tanto hincapié en la necesidad del derecho al escepticismo?. Por dos hechos recientes que concitan en mí un escepticismo (no negacionismo, necesariamente). Trátase del COVID19 y del Primer Viaje a la Luna.

En el primer caso, declaro que soy y fui escéptico respecto al origen, difusión mediática mundial, y paranoia colectiva que atrajo a esa "pandemia" de la cual fuimos víctimas miles de millones de seres humanos. Siempre me mantuve contrario a cualquier confinamiento inconstitucional, y apoyé las decisiones de los gobernantes que apostaron por la libertad. Escribí, meses atrás, además, que cualquiera fuera el caso, debía haber una responsabilidad internacional si acaso se hubiese identificado negligencia, o peor aún, una creación del así llamado virus.

Pero no hubo nada. El 2022, murió definitivamente del ámbito académico, social, mediático, la tan atribulada pandemia, que puso en zozobra a todo el mundo y causó con bastante seguridad, una de las peores crisis de salud mental de la historia de la humanidad.

Todavía recuerdo que el 2020, en el noticiero de una ciudad brasileña, se difundía con tendenciosa fantasía que las calles de Belo Horizonte, según un censor, medían altas concentraciones del virus. Este tipo de noticias fatalistas, sumadas a muchas otras, hicieron que muchos o casi todos entren en pánico. Y pocos, dudamos.

Otro hecho, que descreo al menos en parte es la llegada del hombre a la Luna. Por una razón esta vez más simple: han transcurrido prácticamente cincuenta años desde el supuesto alunizaje primigenio, e increíblemente, desde la década de 1970 no se han hecho otros vuelos espaciales tripulados al satélite. Algo, repito, sencillamente increíble.

Así como es increíble, que después de tan aparatosa difusión mediática mundial y lucha titánica - no pocas veces apocalíptica - contra el así llamado COVID19, haya desaparecido por arte y magia dos años después, sin mayores preámbulos o explicaciones coherentes.


Referencia

Terraplanismo en la Edad Media (nationalgeographic.com.es)

bottom of page