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Sobre la IA y sus agoreros



La Inteligencia Artificial (IA) despierta un inusitado interés en el mundo entero. Tanto es así, que diariamente los medios de comunicación difunden información relacionada, no sin menoscabar muchas veces los intereses y los derechos de una buena parte de la población del planeta.

Citas de Elon Musk o Bill Gates, hablan de un futuro apocalíptico en el que supuestamente millones de personas perderían sus empleos; y habría una nueva distribución del trabajo entorno a nuevos quehaceres acordes al nuevo tiempo de la IA.

Habría que recordar a dichos agoreros que la Humanidad ya tiene pertrechada una innumerable cantidad de leyes internacionales e internas en los cinco continentes en favor de los trabajadores. Sólo basta recordar los derechos económicos y sociales en el entorno de la Organización de las Naciones Unidas.

El trabajo es un derecho, y más aún, está protegido contra la avanzada de las nuevas tecnologías por imperio de la norma jurídica.

Sentado así el camino de la discusión, los agoreros del siglo XXI, no escatiman en sentirse responsables del cataclismo, a sabiendas que el libre mercado no puede sobrepasar el imperio de la ley. No solamente en el caso de los derechos humanos de tercera generación; sino también en aquéllos de primera y segunda.

Por este motivo, ya en el siglo XX los seres humanos crearon un sistema universal de protección de los derechos humanos, a los que se suman, otros de naturaleza regional, tal el caso del Sistema Europeo o el Sistema Interamericano de Derechos Humanos.

Que más adelante los robots, o la así llamada IA se vuelva contra sus creadores, es algo absolutamente irrazonable, salvo que de antemano las máquinas estén hechas para dicho efecto.

Consecuentemente, no hay nada bajo el puente, ni río, ni piedras. Queda saber si los seres humanos son capaces de afincarse en sus derechos humanos, o son arrastrados al apocalíptico mundo de quiénes solamente vaticinan desgracias.

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